jueves, 4 de febrero de 2016

Me peino los instintos

EL invierno con sus trastadas y sus tropiezos
y su amor hibernando.
Esta noche no me pregunto
a la luz de la vela encandilada
dónde coño se habrá quedado el amor
porque se agarra a mis sábanas
que se me pegan y
me bebo cada soledad de su noche
me bebo un océano y dos y
beso la orilla
la otra,
la de sus brazos su pecho su,
su lo que hay dentro.

Ponerme boca abajo me resuelve menos la vida
pero mis semanas (y mi habitación) viven patasarriba.
“Se me queman las patatas” Estoy gilipollas.
Hace calor en este jersey y ya llevo tres días febril.
Herida de guerra o de pereza
la guerra que se invita sin avisar
como cuando el iceberg se da la vuelta
y la confrontación del espejo sin reflejo,
después de un tiempo de paz
o de éxodo.

Y puestos a contar cosas,
yo tengo el corazón más rojo y más encendido
más refugiado en lo hondo
y me dan ganas de sacarlo fuera
y que derrita el abrazo gélido del respirar,
y que derrita las congeladas calles,
las narices que asoman rojas,
los ojos escondíos mirando pa’entro…
No nos saldremos de esta, nos saldremos con todo.

Acho; hazme un buen espacio pensativo.

La perspectiva del lunes es tan entusiasta
como la del hielo acumulado en las repisas,
como que tengo zarpazos de sábanas en mi piel,
como que mi cabeza vuela y mi guitarra canta sola y que mis cabellos buscan tanto el sol…

No nos olvidaremos de esta, y sí, lo recordaremos todo.

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