martes, 13 de octubre de 2015

Sólo escribo en invierno, sólo escribo invierno

Rojo, verde, ámbar. Las luces del semáforo en las hojas del árbol de mi ventana. El otoño ámbar dorado, rojo y verde después.
El humo de las dos velas. Del vapor de agua, de la infusión del té y del cigarro. Todo se lo lleva de un bandazo el viento de la ventana, el aire del otoño, del invierno avisando. Se lo lleva todo, cenizas de humo.
Cuatro menos veinte en el reloj parado. El segundero parpadea a menos cuarto. Mastico una manzana en esta hora de luz de candela, de silencio de gatos, de sombras de luz de farolas en las aceras sin habitar. La manzana de Eva, el cigarro de Eva, la ausencia de Adán.
De vuelta al rojo en los árboles, de autos que no pasan a las dos de la mañana en miércoles de otoño. En la perpendicular verde y ámbar, y el viento frío de la ventana, el jersey y el té caliente dentro mío, la cera se funde, dentro mío. Viento de otoño que llega y que te llevas; un reloj parado que apunta madrugada, un martes y trece.

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