miércoles, 25 de septiembre de 2013

Algo de septiembre

Hay muchas palabras ahí dentro en mi cabeza, revoloteando desordenadas, llevadas por corrientes de aire, y que no alcanzo a atrapar. Siempre el otoño con su vulnerabilidad, con el amor ausente, con las hojas-recuerdo, hojas-pensamiento volando por toda la calle; paseando bajo ellas y sobre ellas, creándose ese manto y ese poso, como consciencias que se apaciguan porque el tiempo y la gravedad les va cayendo encima. Septiembre siempre en los regresos, en los volver a empezar ‘y esta vez en serio’, esconderse en la rutina o pelearse con los hábitos, martesmiércolesjueves, amor-odio irracional, entrenarcomerydormir, y sin darse cuenta empezar el lunes con cara de domingo y el fregadero lleno de platos sucios. Sobresaltarse con el paso del tiempo y la primera bufanda, la noche temprana arrebatando el día y el calor. Algo que cambia y se establece, fuera de ti y sin poder evitarlo, sin réplicas ni discusiones, implacablemente y dulcemente sin palabras.

Intentando cazar la mariposa empezaron a brotar letras, palabras que buscan una melancolía que tengo ahí, atrapada, en el fondo del mar. Encore de mots, toujours de mots, les même mots; rien que de mots, como Dalida cantando Paroles, y mientras en el fondo del mar solo están las llaves de Matarile, y mira que me gusta buscar sin encontrar, bucear como La vieja sirena en el libro de Sampedro. Y otra vez yo, sinuosa y sin decir diciendo, y ¿qué decir?

Que estoy CONTENTISIMAAAAAAAAA HAHJAJAIJIJIJI que hacer verticales es genial, que de repente todo el puto (ups, lo dije) año pasado se vuelca conmigo, me ha dado un empujón el cabrón (el muy tierno) y me ha puesto en otro escalón, así que sólo diré: Welcome to the next level. Aunque no me convenza la metáfora de los peldaños y tal, que para escaleras al cielo, Led Zeppelin. En fin, quizá sí que se encuentre algo cuando se busca, bajo el agua, bajo las hojas o boca abajo, con palabras, sin ellas, qué más da. 


Estos párrafos han ido enloqueciendo sin más, pero es así, definitivamente está la Montaña rusa haciendo de las suyas, y ¡suban el telón! que todo esto tiene su encanto, en palabras de Cortázar, el hombre es verdaderamente el animal que se acostumbra a no estar acostumbrado. Porque la vida crece en las fronteras, las fronteras de la tierra, de la moral, del confort, de la sensibilidad, justo ahí, donde no entiendes, donde se acaba una piel y empieza la otra, donde te pierdes y en el momento justo antes de caerte, en la decisión de dar el salto, de confiar en unas alas sin tenerlas.

Después de todo, palabras.