martes, 13 de octubre de 2015

Sólo escribo en invierno, sólo escribo invierno

Rojo, verde, ámbar. Las luces del semáforo en las hojas del árbol de mi ventana. El otoño ámbar dorado, rojo y verde después.
El humo de las dos velas. Del vapor de agua, de la infusión del té y del cigarro. Todo se lo lleva de un bandazo el viento de la ventana, el aire del otoño, del invierno avisando. Se lo lleva todo, cenizas de humo.
Cuatro menos veinte en el reloj parado. El segundero parpadea a menos cuarto. Mastico una manzana en esta hora de luz de candela, de silencio de gatos, de sombras de luz de farolas en las aceras sin habitar. La manzana de Eva, el cigarro de Eva, la ausencia de Adán.
De vuelta al rojo en los árboles, de autos que no pasan a las dos de la mañana en miércoles de otoño. En la perpendicular verde y ámbar, y el viento frío de la ventana, el jersey y el té caliente dentro mío, la cera se funde, dentro mío. Viento de otoño que llega y que te llevas; un reloj parado que apunta madrugada, un martes y trece.

lunes, 2 de febrero de 2015

Estanco en la subida

Cuando me doy cuenta de que me he apropiado bien de los lugares. Cuando el suelo se convierte en el lienzo perfecto para mirar las cosas desde arriba y entender. La pared del salón en la espalda con las piernas recogidas y el cuello largo, agrandar al ras el horizonte, mirarlo agrandarse delante, paralelo a ti. En el suelo de la habitación todos los mapas desplegados, todas las ideas, los libros y la ropa, la hoja de aquel viaje, la foto de aquella sonrisa. La madera del salón está inclinada, todo cae, todo cae rodando hasta la puerta, hasta reunirse con las botas de invierno que se mezclan con los zapatos de verano, como si las cosas que caen quisieran dejar de hacerlo y calzarse, salir por la entrada, bajar las escaleras y darse a la fuga, o darse a la vida. Ayer corría un río de agua en el pasillo cuando se estropeó la lavadora. La cocina inundada de charcos y yo corriendo con toallas y los pies descalzos, chapoteando por el piso, frenando el surco de humedad que caía huyendo de su manantial, como buscando el mar, como si de repente buscara el mar. Al albedrío, al albedrío. Me hago una manzanilla. Simple simple la flor de la manzanilla, pero este olor me recuerda a ser pequeña, a yo de niña, a las visitas en el salón lleno de luz a medio día, el mantel sobre la mesita, el vapor que resbala de las tazas ofrecidas. El ruido de las conversaciones, las voces adultas, los silencios llenos de menta poleo; alguna risa, las onzas de chocolate Valor negro, un resoplar profundo. Me voy a buscar el chocolate. Me quedo un rato pensando, pienso largo sin saber qué voy a escribir después, sin saber cómo. Me abordan cuestiones sobre si es basura o basura con purpurina lo que escribo, si, en primer lugar, escribo para alguien o para mí. Esta tendencia que tengo a expresarme, a decir, a contar, a transformar en palabras. Al final acabo pensando lo que siento. Eso. Eso. Pero yo quiero que mi razón ocupe, que la razón envuelva y amanse y sosiegue esos rápidos de ríos que inesperadamente se instalan, que se dan a la fuga ciegamente. Mitigar ciertas chispas, apaciguar volcanes y usar su fuerza, su color y sus formas para reinventarnos y dejar de seguir patrones nuestros. Esquemas que caen, que nos caen, que nos cayeron encima y que caemos en ellos casi inevitablemente, como un pie que sigue al otro al caminar, como las cosas que ruedan hacia abajo por mi pasillo inclinado. Se estanca todo. Sí no, al final, se estanca todo; como las sandalias en febrero delante de mi puerta, el polvo de diciembre, la cocina inundándose.













maremotoazul

viernes, 30 de enero de 2015

Destrucciones mal descritas en 'De menor'

Descubro delirios al ir deslizando por la acera desteñida, deprisa, despacio, las letras se desperezan, despiertan, desesperan, desahucio la razón un rato, desparramo todo, desatiendo lo descrito, me despisto. Desencuentro el desencanto, desmenuzo las ideas, me desnudo un rato, me descargo a destiempo, destierro a la vista. Me desconcierta esta despreocupación distante, esta despreocupación deshecha de los días sin deshielo, descartando destinos distintos, destinos improbables y ver qué se desprende. Decisiones indecisas, algo desamparadas, el deseo del después. El deseo. El desatino del después.











.del mar

sábado, 10 de enero de 2015

Llego a ti

Me voy a la ducha a rodearme de agua,
a aclararme un poco los pensamientos enredados en los cabellos,
la vida que vivo
desenredar el ahora
llorarlo un momento
sin tristeza,
con el simple orgullo de ser,
la alegría de estar.

Reflexiono pero no llego a nada,
llego a ti
y tu no estás
y tu me escribes
y yo tengo miedo de asumir el tiempo

se me revuelve el estómago cuando pienso en rodearme de gente
y sentirme extraña, sentirme
sobretodo
sola
y pensándote a mi lado,
queriéndote a mi lado,
amando el espacio que ocupamos
cuando nos juntamos y nos queremos como niños
y como animales
y como ancianos

cuando me hablas como amiga
cuando me abrazas como amiga,
cuando nos besamos toda la cara y los ojos,
y me acaricias la voz y los labios.

La vida va explotando delante de nosotros cuando vamos paseando de la mano y nos ponemos a caminar dando saltitos
como si estuviéramos entusiasmados por cada segundo
que yo paso contigo y tú conmigo,
y la vida vuelve a explotar como volcán cuando nos paramos
y nos damos un beso urgente
sin atinar
abrumados
por la vida que nos sobra
y seguimos andando más abrazados
temblando de frío
y de amor
o de alegría,
caminando entrelazados,
inundando el espacio de nosotros,

de nosotros dos
de nosotros dos juntos.









Mar,
recuerdos de Cuenca.