sábado, 29 de marzo de 2014

Le voyage d'hiver

Me como una manzana. Hay un martilleo sordo en el piso de abajo. Retumba. Como si el ruido llegara desde todas partes. Luego mi manzana que cruje bajo mis dientes, otra vez los golpes, la manzana, los golpes, y dejo de oírlo un poco. La luz blanca cansa, el cristal sin viento, la puerta cerrada, la bombilla encendida. Y aún falta algo, en la luz. La definición de las sombras.
En este viaje de invierno, hay muchas cosas que se me pierden, pero como si caminara en círculos, las voy volviendo a encontrar, o ellas me encuentran a mí, sin orden, sin reglas. Esas cosas no tienen ningún compromiso, no hablan ni juzgan ni juran. Yo las encuentro y no les hablo tampoco. Las miro muy de cerca y las reconozco, y reconozco mi pacto, el trato invisible que grabé en ellas. Las convierto en otras cosas y las decoro, las recreo con mi recuerdo, con mis ojos de recuerdo, con mi voz en el recuerdo. Y las voy cargando conmigo, esas cosas, en el viaje de invierno, hasta que se me van perdiendo cuando no me acuerdo, cuando la luz es demasiado blanca y se pierden primero los colores, luego los nombres, luego las cosas, después el rastro de las cosas.
Il faudrait beaucoup de chaleur pour que la glace fondre. Quizá ese coup de foudre que se agarra al estómago, que se instala en el vientre. Que hace las palabras sin voz, la caricia silenciosa de los ojos que llena el espacio vacío. El agua salada que no moja la mejilla de un hombre que no llora, pero sí. De una mujer que no canta, pero sí. Mais il nous reste encore l'espoir, que el tiempo no es una línea, que no la forman indecisiones, que no cabe en todo eso. Es mucho más que espacio lleno y vacío. Mucho más que infinito, que las infinitas maneras de explicar el mundo.











maremoto