sábado, 29 de septiembre de 2012

Arroparse. Añorar.


El otoño me llena de poesía. Voy meciéndome entre las mantas, el tacto de las sudaderas, las capuchas en las que me sumerjo, sentir el aire que ya viene frío, fuera de mi. El placer de enredarse la bufanda al cuello, remeterse la camiseta que vuelve a salirse una y otra vez (como lo hacían los padres cuando éramos niños), meter las manos dentro de las mangas y buscar en los bolsillos. El vaho que desprende tu boca. Arroparse, añorar. Buscar cobijo como un animalito que se prepara para hibernar. Buscar el calor en los abrazos.

Hago despacio el café en las mañanas. Sube despacio el olor que desprende. Despacio el chocolate derritiéndose en la boca, el deleite del silencio que delata el tic-tac del reloj. La ropa de ayer, el polvo que se posa, la quietud. El árbol que hay en mi ventana empieza a tiritar. Se desnuda. Y dentro yo me arropo y añoro otra vez, no con pena, sino con amor, con todo el amor que me provoca esa nostalgia, esos recuerdos felices con los que me visto cada mañana.




No hay comentarios:

Publicar un comentario