lunes, 5 de diciembre de 2011

Sin título

La noche empieza a derretirse y me derrito con ella. La habitación se inunda de mí. Ha pasado el atardecer por mi ventana, y aún no me habito. Ahora la luz del cuarto se refleja en el cristal. Y me refleja. Me dibuja una línea a contraluz, un contorno, el límite que separa. Separa, se para y crea esta distancia fría cuando quisiera empaparme de ti. No entres ahora o podremos ahogarnos. Que esta tarde me revuelve y me vuelve al ser primario que soy, que desencadena lo encadenado y se sucede como suceden los atardeceres y la lluvia. Parece que mi estómago gritara, que mi piel hablara y que tuviera demasiado que decir. Mi contorno en el cristal sigue ahí; hastiado, leve, concreto. Callado.

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