Cortometraje
Yo
soy sensible a esas cosas, digo sin pensar.
Voy en el autobús de camino al aeropuerto, pegada a la ventana, olvidando lo
que hay dentro, yéndome yo. Viajo con mis ojos sobre el blanco y negro de
fuera. No me detengo en nada, el autobús me lleva. Veo imágenes repetidas
pasar, los abrigos que caminan con personas dentro, los árboles desnudos,
alargados y delgados, quietos como si
quisieran crecer, intentar distinguir el cielo del aire, todo gris, tocándolo
con sus ramitas de manos, con su esqueleto de madera y de tiempo. Parece que
está atardeciendo, pero no sabría decir. En el horizonte hay una franja de luz
amarilla que se distingue de a ratos, me atrae como si quisiera decirme. Y me
dice mucho, me llama a casa. Estoy de camino, esta vez sin prisa, con esta
sensación de no adelantarse a los lugares, de ir despidiéndose y encontrándose
al mismo tiempo, dentro de ti. Y me importa menos el reloj o la velocidad o la
lentitud de los minutos, ni lo que se demora el autobús o el avión que despega, ni el vaivén de los taxis, o el tiempo que queda, ni el tiempo que hará.
La ventana.
Silencio.
Nieve, y árboles grises que salen de la nieve.
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