Hay
muchas palabras ahí dentro en mi cabeza, revoloteando desordenadas, llevadas
por corrientes de aire, y que no alcanzo a atrapar. Siempre el otoño con su
vulnerabilidad, con el amor ausente, con las hojas-recuerdo, hojas-pensamiento
volando por toda la calle; paseando bajo ellas y sobre ellas, creándose ese
manto y ese poso, como consciencias que se apaciguan porque el tiempo y la gravedad
les va cayendo encima. Septiembre siempre en los regresos, en los volver a
empezar ‘y esta vez en serio’, esconderse en la rutina o pelearse con los hábitos, martesmiércolesjueves, amor-odio irracional, entrenarcomerydormir, y sin darse cuenta empezar el lunes con cara de domingo y el fregadero lleno de platos sucios. Sobresaltarse con el paso del tiempo y la
primera bufanda, la noche temprana arrebatando el día y el calor. Algo que
cambia y se establece, fuera de ti y sin poder evitarlo, sin réplicas ni
discusiones, implacablemente y dulcemente sin palabras.
Intentando
cazar la mariposa empezaron a brotar letras, palabras que buscan una
melancolía que tengo ahí, atrapada, en el fondo del mar. Encore de
mots, toujours de mots, les même mots; rien que de mots, como Dalida
cantando Paroles, y mientras en el fondo del mar solo están las llaves de Matarile,
y mira que me gusta buscar sin encontrar, bucear como La vieja sirena en el libro de Sampedro. Y otra vez
yo, sinuosa y sin decir diciendo, y ¿qué decir?
Que estoy CONTENTISIMAAAAAAAAA HAHJAJAIJIJIJI que hacer verticales es
genial, que de repente todo el puto (ups, lo dije) año pasado se vuelca
conmigo, me ha dado un empujón el cabrón (el muy tierno) y me ha puesto en
otro escalón, así que sólo diré: Welcome to the next level. Aunque no me
convenza la metáfora de los peldaños y tal, que para escaleras al cielo, Led
Zeppelin. En fin, quizá sí que se encuentre algo cuando se busca, bajo el agua,
bajo las hojas o boca abajo, con palabras, sin ellas, qué más da.
Estos párrafos han ido enloqueciendo sin más, pero es así, definitivamente está la Montaña rusa haciendo de las suyas, y ¡suban el
telón! que todo esto tiene su encanto, en palabras de Cortázar, el hombre es verdaderamente el animal que se
acostumbra a no estar acostumbrado. Porque la vida crece en las fronteras, las
fronteras de la tierra, de la moral, del confort, de la sensibilidad, justo
ahí, donde no entiendes, donde se acaba una piel y empieza la otra, donde te
pierdes y en el momento justo antes de caerte, en la decisión de dar el salto, de
confiar en unas alas sin tenerlas.
Después de todo, palabras.
Después de todo, palabras.
Pues otras palabras más: ¡ánimo! y a por todas
ResponderEliminarGracias Javi! Me guardo esos ánimos con mucho gusto :)
ResponderEliminarUn abrazo muy grande