Como si un huracán extraviado
hubiera pasado por mi habitación. Sencillamente desordenada, ordenadamente en
la medida de lo caótico, del alboroto despreocupado de los días. Manhattan, Annie Hall, The purple rose of
Cairo, me he empachado a Woody Allen esta semana. Aunque ayer, viernes
noche, me tragara el dramón de Detachment,
El profesor; la cara triste de Adrien
Brody no es lo mejor para irse a dormir, ni de fiesta. Y yo nunca encuentro el
pijama, escondido entre un montón de libros plurilingües, y un enorme mapa. Me
despierto y pongo swing en la cocina, me encanta hacer como que sé bailar, me
invento un charleston, la coreografía del café, qué solazo hace hoy. Empacho a
comedias románticas burlonas en blanco y negro que me han encantado. ¿Y qué?
Estas pelis terminan sin final; como un atardecer, uno no sabe si acaba el día
o empieza la noche. Esto de la cosa chico-chica es mucho más complicado vaya.
Tengo el frigorífico vacío, bueno, es sábado.
Últimamente voy como esponja,
absorbiendo todo. Todo me interesa y no puedo dejar de buscar el arte por ahí y
por allá, aunque eso sea muy indefinido. Me entretiene y alimenta de un modo
que no lo hacía antes. Quizá por cierta soledad. Porque el arte nos hace compañía, al igual que nace muchas
veces de nuestras soledades, del ego más profundo que quiere expresarse y
compartir aquello que vive individualmente, que siente particularmente, sin
saber ciertamente qué es. Comunica para arrastrar así a más gente con él, quizá
por miedo, quizá por deseos de grandeza, o seguramente por ambos y así
solaparse; somos íntimos y únicos, para bien o para mal. Y luego está todo eso del amor. ¿La
unión de las soledades? No me convence. Qué complicado. Aunque para algunos el
amor sea un dos más dos, quizá un siete por ocho (esa siempre me costó), a mi me
sigue sin convencer. Ni siquiera en palabras, aunque a veces lo intente. Pero es
divertido, porque todo es ensayo, ensayo y error, y un día simplemente sale bien. Y lo difícil no es eso,
sino atreverse a ir más allá, porque se puede, es posible ir más lejos, aunque queramos no verlo y conformarnos. Todos deberíamos
tratar alguna vez de ser excelentes, y después que salga mal, sí, por supuesto, para cagarte en todo saboreándolo como la mejor parte, cuando te das cuenta de que todo vuelve a ser ensayo, y el error
viene por derecho, igual que el éxito (esa palabra es fea y presuntuosa), al igual
que es posible lograrlo (mucho mejor). Sí, a veces los sueños se hacen realidad. ¿Qué
hay después de un final feliz? ¿Cómo atreverse a merecerlo? Es fácil etiquetar las
cosas como “inalcanzables”, una excusa brillante, no tener que preocuparse en conseguirlo, que ya algo nos empujará mágicamente a ello; momento
justo, sitio adecuado, esas cosas. Y bueno si, yo de pequeña saltaba desde sitios
altos para ver si volaba, y movía estúpidamente las manos como un pájaro, y me enamoré de Jack y de Kirtash (espero que nadie
reconozca esos nombres) y de otros personajes de libros de fantasía. En fin, una pequeña dama de pequeño estómago, jugando a ser monstruíto salvaje y hambriento, pero que se escapa porque no le gusta lo que hay de
comer, y que persiguiendo un rayo de luna quiere encontrar al gato negro en el
tejado de zinc, aún sabiendo que no habrá tal gato, que es de día porque la
oscuridad da un poco de miedo. O quizá otra cosa; ser el gato, o el monstruo, o el rayo de luna, o todos a la vez. Y es
que me reinvento asiduamente (no sé de donde he sacado esa palabra), y sigo
siendo la misma, que la soledad es bonita cuando te gustas, y no creo que haya que
avergonzarse, que sí, que me gusto, quién dijo que fuera malo decirlo, que esto no redime nada, que
tengo muchas ideas que son una mierda, y otras que me encantan, y que me atrevo
a que alguien pierda su tiempo en mirarme, o en escuchar lo que tengo que
decir, aunque los idiomas se me den como el culo y tarde un montón, tengo que disimular sin más remedio. Que esto de viajar es muy cool, nosotros, los pseudoextrangeros de
ahora, facebook facebook facebook, oh! un blog!, oh! Escapé pero quiero
volver, volví pero me quiero ir, ¡pero qué pesadilla de niña! Y me vuelvo
pseudoartista intentando explicar sentimientos contradictorios demasiado
complejos para un corazón primitivo (pero qué es eso de primitivo). Yo sólo
quisiera encontrar un corazón rojo. La imaginación es peligrosa, poderosa,
misteriosa. “El poeta es un fingidor” y a mi me empieza a flipar el teatro, y
es increíble lo de dónde están los límites. Lo curioso es que se mueven, uy si,
y muy cerca del riesgo. Los límites los mueve uno mismo y sin darse cuenta, que
hasta asusta. Límites. Y vuelvo al tema de “la vida crece en las fronteras”.
Pero yo no creo que haya que estar ahí todo el tiempo, en la escena sí, pero
no en la vida. Yo buscaría el equilibrio, y ese, paradójicamente, es el espacio
más pequeño entre dos fronteras, (o, comentario friki, en una mano la frontera es de 360º, pourqoui tomber?). Hay que aprender a jugar. Así, como conclusión.
¿Hay que aprender a jugar? Creo que el café se me ha subido, en serio, estaba fuerte,
no como los del Tim Hortons que parecen pipí de algo con salud cuestionable, de todas
maneras, yo no tomo mucho. He perdido el hilo totalmente. Lo siento (aunque no
sé por qué). Debería releer. El soundtrack de Midnight in Paris a dado varias
vueltas. Es bastante romántico. Cómo molaría salir de la pantalla como Tom
Baxter y explicar lo inexplicable con un abrazo. Tantas vueltas para sólo pedir
eso, un abrazo imposible, desde una distancia elegida, y bonita la mayor parte
del tiempo. Empecé con burla y acabo con humildad, de la buena. Debería ir a
llenar el frigorífico, aunque antes no me importaba, empiezo a tener hambre, un
hambre normal de medio día, sin monstruos ni damas ni gatos. Ni siquiera sé si
eso se ha entendido. Tampoco era un big deal, vamos, gran cosa.
En fin, adoro las pajas mentales tanto como las odio. Soy
indecisa, qué queréis que os diga.
Besos. (Así, para el aire.)
maremoto
PD. Lo de "el poeta es un fingidor", viene de
http://disapariencias.blogspot.com.es/, otro que escribe desde lejos y que me encanta leer. Y que en cierto modo dio vida a todo eso de ahí arriba.